jueves, 21 de octubre de 2010

Cuando las palabras más absurdas agobian lo que queda de tí, caes en la cuenta de que algo está sucediendo.
No controlas ni el esfínter de la manera en que deberías hacerlo y tus dedos se enfrían y se nutren con un dulce especial; con lápices de colores desequilibrados, con no-sentimientos.
Te sientas en el suelo del metro y tu poco agraciada figura se bambolea ligeramente, catársis, esperas no despertar hasta llegar a casa. Miras, te detienes, esperas, cierras los ojos.
¿y qué son los recuerdos traumantes más que una simple no-apariencia de vida?, ¿y qué es la vida más que el simple deseo de tus padres de promulgarse en presente, pasado y futuro?

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