viernes, 22 de junio de 2012

Hice muchos versos, sin esfuerzo.

Ella me quiso y yo también alguna vez la quise.
Me gusta fumar en invierno porque me trae sensaciones de años atrás, donde no tenía a nadie más que a mi.
Me gusta sentir la soledad calando los huesos de mi cuerpo, mordiendo cada célula y exprimiendo  mis entrañas, así me doy cuenta que soy tan humana como cualquier otro a mi lado.
Podría decir un par de frases y matar, podría decir otras y enamorar, podría tomar las manos del mundo y caminar a pies descalzos sin descanso, pero mis ojos se tiñen de negro, pierden color y viveza, dejan de ser sutiles y mi cuerpo se torna helado, tanto así que los orgasmos pasan de largo.
La rareza me congoja, la neutralidad se vuelve mi fuerte, quiero escribirte algo, porque siempre has estado en mi cabeza, endulzandola con la voz áspera y carrasposa, podría mirarte fijo y decirte lo mucho que me importas y tu súbitamente despertar del letargo helado o simplemente dejarme con palabras secas en la boca, muertas.
Te amo aún, pero mi cabeza no puede con el caldo que hay dentro, te admiro porque mi ignorancia no tiene límites, mis ojos son paganos por no verte, mis dedos se quiebran al no tocarte.